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El desconocimiento, una vía hacia la muerte

  • Foto del escritor: Sara Berenice
    Sara Berenice
  • 8 jul 2021
  • 3 Min. de lectura
[Artículo de opinión]

“Si convivo con una persona contagiada, me contagiaré igual. Si no tengo productos de limpieza en cantidades exorbitantes, me expondré a grandes probabilidades de contagio. Si abro la ventana y me da el aire, es cien por ciento seguro que me contagiaré” Una suerte de condicional simple que los ecuatorianos atesoraron como verdadero en su lucha contra el coronavirus.

Hace dos años el mundo, y particularmente el Ecuador, agonizó por culpa de la pandemia mundial del coronavirus y su enfermedad covid19 —o al menos eso era lo que se decía—. Aseveraciones un tanto fuertes si se consideraba que "solo el 4,7% de las infecciones eran críticas” (OMS). Entonces, si este nuevo virus era de baja letalidad, ¿quién o quiénes eran los verdaderos responsables de la histeria, pánico y muerte que se vivió en el año 2020 en el Ecuador?


Los ecuatorianos fueron los primeros actores que saltaron a la vista —aunque con sus excepciones, claro está, pues sería injusto catalogar a todos dentro de una lógica donde priman los sentimientos y no la razón—.


La sociedad ecuatoriana se movía en la ignorancia, ¡y no los culpo! Es decir, ¿quién no se condiciona en un país donde todo está oculto? Durante el año 2020, los ecuatorianos vivieron en una incertidumbre total, pues las cifras reales de contagiados y fallecidos a causa del nuevo coronavirus no eran claras. Casi parecía que a las instituciones encargadas de comunicar este tipo de información (#Instituto Nacional de Estadísticas y Censos - INEC y #Registro Civil) se les olvidó el poder de la palabra, dado que —extremistas por naturaleza— mencionaban que todo estaba o perfectamente bien o catastróficamente mal.


Por otro lado, el sistema se convirtió en la coestrella del drama. La enfermedad por coronavirus representaba un gran desafío para el sistema precario de salud ecuatoriana. De hecho, la crisis sanitaria que atravesó el país se situó en una disyuntiva —bastante complicada— que derivó el prevalecer la economía o saturar la salud.


Las decisiones que tomaron las autoridades ecuatorianas eran débiles, cuestionables y poco creíbles. Para nadie fue un misterio que detrás de toda medida sanitaria se encontraban escándalos de corrupción y actitudes políticas poco empáticas con la realidad.


Todo este escenario caótico influyó en el imaginario colectivo de los ecuatorianos y los alarmó a niveles desproporcionales. Tan es así que, en su momento, se llegó a suponer que el coronavirus estaba en el aire y cualquier tipo de actividad que involucrara siquiera respirar era un medio de contaminación. Aunque la realidad —como es de conocimiento general, hoy por hoy— era que la covid19 se propagaba únicamente por el contacto cercano (de persona a persona) y sin protección (mascarilla) (#OMS).


Una consecuencia de la histeria del caos fue la sobre adquisición de jabón, gel anti bacterial, alcohol, guantes y mascarillas. El día en que se declaró la emergencia sanitaria en Ecuador (12 de marzo del 2020), los ecuatorianos acabaron con todos los productos en las perchas de tiendas y supermercados —principalmente con los artículos de aseo personal y el papel higiénico, por considerarlos como "armas contra el coronavirus"—. Un poco gracioso lo del papel higiénico, ¿no creen? —pero no de risa, sino de raro como dirían ahora—.



Otra de las consecuencias —que más indigna de tan solo pensarlo— fue la estigmatización y aislamiento del personal de salud. Ellos sufrieron discriminación diaria solo por estar en la línea de frente en la batalla contra el coronavirus. Como si no contaminaba más una persona inconsciente que promovía la segregación, que un médico que conocía sobre las normas de bioseguridad.




El desconocimiento fue el arma mortal del CoVid19, que se llevó consigo millones de muertes. No, no fue el virus —como se decía—, sino la sociedad ecuatoriana sumida en la angustia y desesperación de vivir en un país que ocultaba información y no tenía los medios suficientes para hacer frente a una pandemia de tal magnitud.


Ecuador es un país hermoso, pero manchado por el desconocimiento y la corrupción. Si bien la covid19 es una enfermedad que, actualmente, se mantiene controlada —al menos con planes de vacunación y tasas de moralidad reducidas— existen otros problemas a los cuales atender. Que este episodio en la historia nos sirva como ejemplo para mejorar en aquello que mantiene estancado a nuestro país. Como ecuatoriana, me siento en la necesidad de decirles: Ecuador somos todos y todo debemos luchar por marcar la diferencia desde las pequeñas acciones.


Sara Berenice

Esta opinión la hice como parte de un trabajo de la Universidad a mitad del año 2020 (cuarentena). No obstante, para poder compartirla hoy aquí y que resulte más eficaz para quien lo lea, lo adapté al tiempo y las circunstancias actuales y lo redacté como una experiencia pasada.



 
 
 

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