Führer post-modernos
- Sara Berenice
- 16 jul 2024
- 4 Min. de lectura
[Crítica cinematográfica]

Aún recuerdo la última vez que fui al cine, una tarde de enero, antes de la pandemia del coronavirus. De la gran variedad de películas en cartelera, me llamó la atención una en particular: Jojo Rabbit. Quizá por el nombre, que suena chistoso o por la temática nazi, que desarrolla en su argumento.
Con base en el libro "El cielo enjaulado" de Christine Leunens, Jojo Rabbit convierte la crueldad de la Alemania nazi en crítica y activismo político para el cambio. La sátira y el humor negro se convierten en recursos para posicionar temáticas tristes, pero necesarias para recordar porqué el fascismo como el racismo no deben tener cabida en la sociedad. La esplendida utilización del realismo mágico critica varias de las atrocidades del Tercer Reich, tales como: la propaganda y la ocupación de niños durante la guerra.
Del director, guionista y actor neozelandés Taika Waititi —reconocido por las sensacionales: "Flight of the Conchords", "Casa Vampiro" y "Thor: Ragnarok"—. Fue galardonada con el People´s Choice Award; así como también fue elegida como una de las diez mejores películas del año por la National Board of Review y el American Film Institute. Lo más sorprendente es que logró posicionarse desde la controversia por el amor-odio de los espectadores hacia la historia. En la cual, se narra la vida de Johannes Betzler, un niño alemán de diez años —asiduo fanático del régimen nazi—, quien descubre que su madre esconde a una joven judía en el cuarto de su difunta hermana. Situación que le hace cuestionar sus creencias y concepción del mundo, mientras comparte con su amigo imaginario Adolf Hitler.
¡La película no fue parecida a ninguna otra que haya visto!
Como buena fanática de este tipo de largometrajes, mi expectativa era ingresar a la sala y comer palomitas. Esto mientras los nudos en la garganta se apoderaban de mí hasta hacerme llorar en cada escena. No obstante, me llevé una gran sorpresa por la forma de retratar la cruel realidad por medio de risas, bromas y burlas. Lo cual me hizo cuestionar: ¿el nazismo ya se ha terminado, como muchos piensan, o continua vigente? Ya no existe el temible Hitler, pero el fanatismo ciego perdura e irrumpe en el mundo de manera tan sutil, que los individuos pasamos por alto todo acto inhumano que se comete contra los “otros”.
Jojo Rabbit es una realidad.
No es necesario vivir en una Alemania nazi, para atentar cruelmente contra los demás.
Al igual que Bruno —"El niño con el pijama de rayas"—, Jojo juega mimetizando ser un avión, porque esa es su cotidianidad: ver la guerra pasar por delante de sus ojos. Algo muy cercano al conflicto afgano, donde “los niños se despiertan a diario con temor a los disparos o a las bombas y se han habituado a la violencia”, según #SavetheChildren. Y al igual que Gretel, hermana de Bruno, Jojo es fiel creyente de los preceptos nazi, al punto de considerarse a sí mismo como “alma alemana al servicio del salvador de su país, Adolf Hitler”. Ideología muy similar al ferviente servicio hacia líderes como Abdelmalek Droukdel, #AlQaeda.
Jojo comparte la inocencia con Giorgio —"La vida es bella"—. Él es solo un niño que juega a ser nazi. Tal como los niños soldados o paramilitares en el conflicto armado con las #FARC. Quienes son “utilizados, cada vez más, como mano de obra barata”, de acuerdo con la #SociedadColombianadePediatría.
Otro personaje de la película es Elsa, la joven judía que vive escondida para no ser encontrada y asesinada por mero fanatismo, al igual que Ana —"El diario de Ana Frank"—. Algo similar a lo que ocurre con millones de mujeres en el mundo, quienes viven temerosas de ser asesinadas por un sistema que las culpa y nada hace para prevenirlo. Las cifras son alarmantes: "cada día mueren un promedio de 137 mujeres alrededor del mundo”, según la #ONU.
En la vida, nada es extremadamente bueno o malo. Así también, la película visualiza el lado positivo del ser humano. La madre de Jojo protege a los judíos, pues comprende lo irracional de la lógica nazi, al igual que Schindler —"La lista de Schindler"—. Un accionar al que se suma el Capitán K, quien siendo miembro del partido nazi ayudó a un judío, tal como lo hizo el capitán Wilm Hosenfeld —"El pianista"—. Ambos, ejemplos de iniciativas sociales similares al de las asociaciones civiles que luchan para reclamar los derechos de las voces acalladas; por ejemplo: #Greenpeace, #MovimientoLGBTIQ+, #Niunamenos

Fanatismo, guerra, violencia y muerte son la base de las sociedades verticales.
¿Qué estamos haciendo para cambiarlo? En muchos de los casos, con sus excepciones, nada. Nos limitamos a callar o simplemente postear en redes sociales para generar morbo. ¿Será acaso que los nuevos Führer somos nosotros?

1.
Las imágenes de fanáticos nazi, sumadas al hit musical I wanna hold your hand de The Beatles, son una comparación del fanatismo hitleriano al de millones de personas enloquecidas por las “tendencias del momento”.
2.
Las acciones del Führer retratado, apropósito, desde la inmadurez dan cuenta de la ignorancia de la gran mayoría de líderes para dictar sentencias sin hacer frente a las consecuencias .
3.
El exquisito banquete de unicornio de Hitler, que minusvalora a la sopa de Jojo es una metáfora del poder en manos de minorías elitistas.
4.
Las imágenes de destrucción, junto con el baile de Jojo y Elsa, representan la incertidumbre al final de todo conflicto.
¿Acaso estamos esperando llegar a tales extremos para cambiar el curso de nuestras acciones o “quizá todos somos fantasmas, pero aún no lo sabemos”?
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